ESCRITOS ENTRE 2014 y 2018
18/07/2014
No expresamos locuras por doquier. Tenemos un poco de sinceridad que nos deja ser y un poco de valor que nos da intensidad, ¿hasta qué punto puedo estigmatizar?. No tengo derecho a mí, sino a los demás. A la participación oblicua que nos cubre de principio a fin.
Pecar significa “no dar en el blanco” y es parte del aluminio que pretende brillar entre tanta oscuridad. La luz que se enciende desde que se apaga y que se paga desde que se enciende. La energía que se transita, la que nunca termina. El sentido que falta explorar. El armazón que se deshace ante la inmensa delicadez del amor.
No expresamos locuras por doquier. Tenemos un poco de sinceridad que nos deja ser y un poco de valor que nos da intensidad, ¿hasta qué punto puedo estigmatizar?. No tengo derecho a mí, sino a los demás. A la participación oblicua que nos cubre de principio a fin.
Pecar significa “no dar en el blanco” y es parte del aluminio que pretende brillar entre tanta oscuridad. La luz que se enciende desde que se apaga y que se paga desde que se enciende. La energía que se transita, la que nunca termina. El sentido que falta explorar. El armazón que se deshace ante la inmensa delicadez del amor.
LIBERTAD CORRIENTE
Dejarse llevar por la corriente, ella pertenece a la unidad y allí va y viene constantemente. No pensar en lo que pueda pasar, sino pasar por todo lo que no se haya pasado ni pensado. Estar abierto a que todo suceda, que el momento se apodere de tus deseos y los convierta en realidad, que el desorden se vuelva orden en la inquietud de la vida y que la paz sea la protagonista. No juzgar lo que te ocurre como bueno o malo, siempre es para mejor. Respetar tu propio crecimiento y no acelerarlo. Dejar que la masa amorfa que fuiste se vaya amoldando al fluir sin restricciones, al vivir sin barreras, al estar disfrutando del presente. Darle tiempo al tiempo y libertad a la libertad.
Acaso no es nuestro mayor deseo, el de ser
totalmente libres?
AUTÉNTICA GLORIA
Desperdicio mi energía en un cometa sin
dilema, que exhala el elixir del sentido universal, de una decadencia bien
encadenada con detalles de bisturí y voluptuosidad justa. Trato de enfocarme
para vislumbrar un sinfín de principios que desconozco. Me jacto de mi valor
propio dispuesto a ir por el todo, por la magia agonizante de sentir el sabor
de la vida.
No descarrilarse es el camino más corto, mantener óptimas las vías y cuidar de ellas. Son los consejos que gratuitamente nos damos para seguir con la conciencia limpia. Pero está bien si nos sirve para caminar, como la utopía.
No descarrilarse es el camino más corto, mantener óptimas las vías y cuidar de ellas. Son los consejos que gratuitamente nos damos para seguir con la conciencia limpia. Pero está bien si nos sirve para caminar, como la utopía.
TORMENTA DE LUZ
Voy a dejar de arrebatar la ilusión de aquel que cree que lo que hace está bien. Por esta vez, voy a subirme al tapial del olvido y desde allí saludar a todos. Como un trotamundos diligente que no entiende más que de presente. Así habría mas euforia en el actuar, más voluntad en el mirar y más atención al escuchar.
...Después de enrevesarme con frecuencia, conseguí hallar la salida en la saliva. Era un cataclismo gigante de pelotas indochinas. Por ahí tenía que pasar. Cada una de ellas se llaman prejuicios. Son los obstáculos hacia uno mismo. Los que causan la decepción y la ilusión. Más te desprendés de ellos, más libre sos y, menos atado, se camina mejor.
Libertad, corazón, lo que nos hace sacar la caparazón
Quién te quita y quién te ve, en el anuncio de los villanos, que navegan a contramano con una brújula sin sol.
Adorando la braveza del mar, me encontré por fin un canal que tal vez en algún lugar pueda desembocar.
Justo en ese momento, icé las velas al viento y corté las vainas del sonido que nos dejaba dormidos de repente.
El valor no era coraje y el coraje era dulzura
bastaba verte sonreir para mi locura envolver. Tenía tanto sentido todo, la mayor desgracia era el menor problema.
Aún creo convalidar mi suerte con mi vida, mi vida con mi sueño, mi sueño con mi suerte.
Como caballos sin ataduras, mansos como la estepa y rudos como la víspera de un nuevo cataclismo excelso.
Interminablemente
humano, hasta los huesos de azufre
poco lamento y mucha emoción, más ideas y menos críticas.
poco lamento y mucha emoción, más ideas y menos críticas.
VIDA CAMBIARIA
La vida cambia en cuanto cambia tu
mente. Los objetos exteriores y las situaciones cotidianas son siempre iguales,
encierran la misma estructura. Lo que sucede es que esa estructura,
generalmente no coincide con nuestro modelo mental, con nuestro modo de ver y
sentir las cosas.
Más o menos flexible, más o menos
limitada, sea como fuere, todos precisamos de una organización interna, que es
la que nos va a permitir interpretar el mundo.
Por ende, si las estructuras fácticas y sociales no cambian, debemos adaptar nuestro modelo sensible al mundo en el que vivimos. Respecto a esto, dos cosas no debemos hacer. Por un lado, confundir nuestros principios, los propios de nuestra esencia (que muy bien conocemos, ó deberíamos conocer) con los de la sociedad o situación con la que cohabitamos.
Por ende, si las estructuras fácticas y sociales no cambian, debemos adaptar nuestro modelo sensible al mundo en el que vivimos. Respecto a esto, dos cosas no debemos hacer. Por un lado, confundir nuestros principios, los propios de nuestra esencia (que muy bien conocemos, ó deberíamos conocer) con los de la sociedad o situación con la que cohabitamos.
Una cosa es adaptarse para vivir, otra
vivir para adaptarse. Debemos, según mi punto de vista, negociar con lo que nos
rodea y es diferente a nosotros, sin perder nuestra innata originalidad.
Por otro lado, en el otro extremo, una vez que reconocemos nuestras diferencias con lo que día a día ELEGIMOS vivir, no debemos caer en la tentación de intentar cambiarlo por la fuerza, por la confrontación. Una cosa es creer que aquello cotidiano que se ve en la rutina urbana, está atascado, obsoleto, parco y posee cierta cuota de presuntuosidad y, otra, muy diferente, es creer que eso nos da la posibilidad de forzar a quien sea diferente para que, siempre según nuestro modo de ver, se “actualice”. Y forzar es confrontar, una actividad propia del EGO, de aquello que puede apestar al humano y que domina su parte creativa e innovadora. El EGO no nos deja encontrar la paz. Son excluyentes. Y como no lo podemos destruir, debemos hacer las paces con él, porque es nuestro más próximo conviviente. Está muy cerca de nosotros. Y luego de él está la sociedad en la que nos movemos. Con ambos debemos hacer lo mismo: disminuir sus influencias y encontrar la paz en nosotros mismos. No podemos dar lo que no tenemos. La paz interior es la piedra angular del cambio exterior. Si queremos cambiar lo que creemos que ya no va más, antes debemos hacer las paces con aquello, sin vender nuestros principios y tolerando los principios con los que se sustenta aquello que queremos cambiar. Sin respeto hacia ellos no podemos exigir respeto a nosotros, a nuestras ideas, que, en definitiva, son lo que vamos siendo. El mejor amigo puede ser el peor enemigo. No hay cambio sin aceptación. Y el cambio es desde adentro hacia afuera y no viceversa.
Por otro lado, en el otro extremo, una vez que reconocemos nuestras diferencias con lo que día a día ELEGIMOS vivir, no debemos caer en la tentación de intentar cambiarlo por la fuerza, por la confrontación. Una cosa es creer que aquello cotidiano que se ve en la rutina urbana, está atascado, obsoleto, parco y posee cierta cuota de presuntuosidad y, otra, muy diferente, es creer que eso nos da la posibilidad de forzar a quien sea diferente para que, siempre según nuestro modo de ver, se “actualice”. Y forzar es confrontar, una actividad propia del EGO, de aquello que puede apestar al humano y que domina su parte creativa e innovadora. El EGO no nos deja encontrar la paz. Son excluyentes. Y como no lo podemos destruir, debemos hacer las paces con él, porque es nuestro más próximo conviviente. Está muy cerca de nosotros. Y luego de él está la sociedad en la que nos movemos. Con ambos debemos hacer lo mismo: disminuir sus influencias y encontrar la paz en nosotros mismos. No podemos dar lo que no tenemos. La paz interior es la piedra angular del cambio exterior. Si queremos cambiar lo que creemos que ya no va más, antes debemos hacer las paces con aquello, sin vender nuestros principios y tolerando los principios con los que se sustenta aquello que queremos cambiar. Sin respeto hacia ellos no podemos exigir respeto a nosotros, a nuestras ideas, que, en definitiva, son lo que vamos siendo. El mejor amigo puede ser el peor enemigo. No hay cambio sin aceptación. Y el cambio es desde adentro hacia afuera y no viceversa.
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