La naturaleza divide lo útil de lo desechable. Nosotros, generalmente, confundimos uno con otro, y así comienzan a tejerse las redes de la locura. Locura que significa vivir en una realidad que no tiene sustento como tal. El río, en cambio, se balancea con perfectos movimientos, reconoce sus límites y sabe en qué momentos avanzar y cuándo retrotraerse. Nosotros, generalmente, no. A veces hasta hacemos lo contrario, con tal de desafiar a nuestro orgullo, y fortalecerlo, claro.
No está mal ir en contra. El viento, por ejemplo, sabe cuándo confrontar la corriente del río, y así picarlo. Pero lo hace con consciencia, con lealtad a sí mismo, teniendo en cuenta no sólo el río, sino también el paisaje total sobre el que se desliza. No se fija en un único punto, sino en el dibujo completo. Por eso opera con sabiduría. Las visiones estrechas nos otorgan un golpe tras otro y, lo que es peor, dan vida a aquella realidad efímera de la que hablaba.Pasa igual con el tiempo. Él no es injusto ni justo, ni loco ni cuerdo, ni agresivo ni pacífico, ni claro ni oscuro, él solo ES. Divide lo útil de lo desechable, porque antes miró el todo, es decir, de dónde viene y a dónde va.
Entonces, ¿será que la naturaleza y el devenir son necios.. ó será que nosotros, los seres humanos -que somos apenas instantes en la eternidad- sufrimos por tener una visión finita y condicionada de la realidad, por considerarnos jueces insensatos, parciales y subjetivos de un todo tan magnificente y desbordante? ¿Será que la grieta sólo está en los ojos de quien mira?.
El tiempo lo sabe.
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