Si no las leíste, te invito a ver las anteriores.
Primera --->>
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Segunda --->>
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Desde principios de este año, 2019, sentía que una nueva experiencia con las plantas se acercaría.
Muchas personas que realizan estas ceremonias coinciden en este punto. Hay un presentimiento sobre ellas. Como una intuición del alma que sabe que eso va a ocurrir, o como si la misma esencia de la planta se comunicara con nuestra alma, avisándole que vaya preparando sus intenciones.
Esta ceremonia fue muy diferente a las otras, sobre todo porque la planta no era la misma.
En este caso se trataba del cactus conocido como "SAN PEDRO" ó "WACHUMA".
Al cactus se le quita la piel, se lo corta en trozitos y se lo deja hervir por mucho tiempo. Luego se deja que se asiente y enfríe. El gusto que tiene se asimila a cenizas quemándose.
En esta oportunidad, la realicé en El Bolsón, en la provincia de Río Negro. Fue el 20 de Julio de este año, el 2019, justo casi un año después de la última. (Las tres ceremonias que hice fueron, por alguna razón desconocida para mí, con diferencias casi exactas de 1 año, y todas en invierno)
Recuerdo que un día estaba sintiendo que necesitaba tener una experiencia de este tipo, y veía que era una de las pocas formas que tenía de poder analizarme desde otra perspectiva. Y en ese instante, me llegó un mensaje de whatsapp con la invitación. Así se da, de manera natural y perfecta.
Fue un día muy particular, ya que fue el único que nevó en los meses de invierno (por lo menos hasta que yo estuve, Septiembre) y además cayó mucha cantidad. Vivía en ese entonces en Lago Puelo, que es un pueblo muy cerquita de El Bolsón, y aquél día todo se tiñó de blanco. Fue una nevada hermosa y larga. Hacía muchos años que no veía tal fenómeno y disfruté muchísimo el día, viendo cómo todo resplandecía, y cómo además ese blanco explosivo se mezclaba con el verde opaco de los bosques en pleno invierno. Este hecho también seguramente influyó en lo que vivencié después.
Partí temprano, a eso de las 6 de la tarde. Nos juntábamos todos en el centro de Bolsón, para después ir al lugar de la ceremonia. La casa donde se hacía se encontraba en el Mallín Ahogado, que es una zona de chacras que está saliendo de la ciudad. Dentro de este lugar, que tiene varios kilómetros cuadrados, se encuentran muchos circuitos turísticos que llevan a diferentes montañas de la cordillera de los Andes. Es una zona Pre-Montaña, de mucho ripio, por lo que la nevada que había caído durante todo el día, realmente no ayudaba al traslado que teníamos que hacer hasta allí. Se vuelve muy riesgoso conducir bajo esas condiciones climáticas. Nieve más ripio no es una buena combinación. Por este hecho es que estuvimos debatiendo con el grupo si íbamos o no. Era realmente "jugársela", porque podía pasar que llegásemos bien, o que uno de los autos, que era mas pequeño, se quedara en medio del camino, lo cual sería una situación nada deseable. Sin todos ser conscientes de esto, se estaba manifestando la primera prueba, para ver si realmente estábamos decididos a ir. Una de las chicas tenía muchas dudas, porque su hijo le decía que no vaya, que la nieve que había caído era una señal de que no era el momento de hacerlo.Y yo le dije lo que pensaba, que talvez no era una señal de no ir, si no una prueba que había que pasar para ver si realmente estábamos dispuestos.
Después de mucho tiempo de debate, decidimos ir, y si ocurriera algún problema, volveríamos rápido de vuelta a la ciudad, en vez de seguir. Teníamos que conducir 1 hora por todo ese camino.
Finalmente, después de muchas horas de esperar a más gente que se iba a unir y decidir, llegamos a la casa del mallín. Todo el camino hacia ella estaba nevado. Era una cabaña en medio del bosque. El cielo estaba violáceo, cubierto de trillones de partículas de agua que amagaban con caer en cualquier momento, pero que parecían mantenerse suspendidas por alguna fuerza incognoscible.
Allí dentro continuó la espera. La sentí demasiado larga. Empecé a pensar que realmente era demasiado esfuerzo haber llegado hasta allí. Hacía 1 día que no comía nada, y estaba muy cansado física y mentalmente por todo el trajín que costó llegar. Y aún faltaban un par de horas.
Intenté meditar y ser paciente.
Los chicos y chicas que organizaban comentaron un poco acerca de la planta. Mientras, ella seguía cocinándose en la cocinita que estaba a la vista de todos.
Llegó al fin el momento. Consumí el líquido. Tenía una intención muy fuerte, quería empezar a desprogramar todas las creencias que limitaban la expresión de mi ser. Me sentía muy atado a mis propias creaciones mentales y envuelto en muchos bloqueos.
Como me ocurrió en las demás ceremonias, el tiempo pasaba y yo nada sentía.
Ya ni recuerdo cómo fue, pero en un momento decidí salir afuera. La imagen natural era muy impresionante. Me sentía en el medio de la Siberia. Era un clima frío, lleno de nieve, con árboles que se mostraban como los reyes del sitio. Recuerdo sentir que realmente la naturaleza era un Ser Viviente, latiendo al son del existir.
Comencé a preguntarme cosas a mí mismo. Y mis respuestas eran risas. Pero no risas psicodélicas, sino que me reía porque me estaba dando cuenta de la inutilidad de las preguntas. De que todo lo que estaba viviendo en la vida, era porque yo quería. De que todos los límites me los había puesto yo, y era yo el único que podía sacarlos. Este aprendizaje fue similar al de la ceremonia anterior de ayahuasca. Pero lo que la diferenciaba de aquella, era que yo me reía muy fuerte de mí mismo, de todo lo que había creado en mi mente. Y sobre todo, me reía de felicidad por darme cuenta de que hace mucho que no me reía de mi mismo! Y eso es muy necesario, porque muchas veces nos tomamos las cosas con demasiada seriedad, y nos exigimos más de la cuenta. A veces, reirnos de cómo somos, nos acomoda las ideas, nos hace ser más sinceros, nos flexibiliza y nos da vida.
Luego fui a caminar un poco por el bosque. Tuve una conversación fuerte conmigo mismo. Le hice peticiones a Dios y a la Tierra. Lancé una moneda a la nieve. Me sentí muy libre. Muy en el camino.
Después de esto, hice una pregunta. Algo que nos preguntamos muchas veces. Pregunté al cielo "¿Què soy?". De pronto, miré un árbol que estaba enfrente mío, o ya no recuerdo si eran dos, pero la cuestión es que había una bifurcación. Era un tronco que luego se dividía en dos. Y cuando hice esa pregunta y miré allí, tuve la sensación de que ambas partes tendían a unirse, querían fusionarse. La respuesta llegó así de sencilla: yo era parte de una Unidad y era la Unidad misma.
Fue muy importante ese aprendizaje, ya que a partir de allí tengo momentos cotidianos en donde puedo vislumbrar eso y ver los puntos en común entre todos los seres vivientes.
Luego de un rato, entré a la cabaña. Había mucha música y buena energía. Lo primero que pude percibir fue algo que había visto afuera. Yo estaba buscando -desde hace tiempo- la manifestación de energías de luz, de ángeles y de otras fuerzas, que, por más que existan, siempre guardaba en mí esa esperanza de tener una experiencia de ese tipo, como de contacto "físico". Lo que se llama una "aparición" o "manifestación". Pero cuando ingresé, realmente lo que sentí fue que todo aquello que estaba buscando en el mundo fenomenal, en realidad estaba sucediendo ahí mismo. Cada uno de los seres humanos que estaba ahí, era un ángel. No porque los haya visto con esas formas, sino porque sentía que la energía que muchas veces buscamos afuera, se está manifestando en cada personita que la vida nos pone al lado. Fue muy bello darme cuenta de eso.
Me puse a tocar unos instrumentos de percusión. Y pude dejarme llevar. Pude realmente vivenciar la música como lenguaje, como comunicación entre seres. Sentí cómo cada uno aportaba algo a la melodía, y ese aporte tenía que ver con lo que cada uno era. Por ejemplo si alguien tocaba rápido, estaba hablando de su ser. Si alguien lo hacía más fuerte, o con un rítmo atípico, esa era la manera que tenía de comunicarse en ese momento. No importaba ya si entraba en el tiempo de la música, lo que importaba era que esos sonidos, esa vibración que se emanaba era una manifestación pura del ser de cada uno, o del proceso interno por el que estaban pasando. Y ví cómo entonces entre todos se formaba una melodía común, con pedacitos de cada uno, y con el TODO a la vez. Fue bonita la experiencia porque también me permití oír muy atentamente la música que los demás hacían, y ver de qué manera yo podía aportar a la musicalidad que se estaba gestando.
Luego, en un momento dado, recuerdo que me detuve a mirar una vela por mucho tiempo. Si pueden, háganlo. Deténganse a ver una vela. Miren su centro. La luz que sale de ahí es totalmente pura, y muy fuerte. Una pequeña velita puede alumbrar un gran espacio físico a su alrededor. Me sorprendí por la energía que emana de ese pequeño fueguito y por su luz avasallante.
Lo más trascendente que me pasó esa ceremonia fue el ver todo con bases geométricas. Entendí que todo es geometría sagrada, energía manifestándose con diferentes patrones. Entendí que cada ambiente en el que estamos está vibrando con determinado patrón o forma y nada que no tenga la misma forma puede estar ahí. Por ejemplo, en ese momento sentí que todos estábamos en pleno goce y armonía. Por lo tanto, nadie podía levantar la voz, intentar discutir o querer hacer algo que los demás no estuvieran de acuerdo, porque sería automáticamente expulsado de ese campo de energía.
Hay una relación fundamental y constante entre lo que está sucediendo en un ambiente y el estado interior de uno y de todos los que están presentes. Pude verlo, apreciarlo. Comprendí la inmensa importancia de estar bien, centrado, vibrando cosas positivas, estando equilibrado, porque eso nos llevaría a lugares y sitios donde esa energía sea la predominante. Entendí la importancia de la música como creadora de patrones vibratorios. La cantidad de cosas constructivas que se pueden hacer con esta herramienta y que pueden otorgarnos beneficios incalculables para la salud en general. Somos 70% o más de Agua, y este elemento es en el que se manifiestan los diferentes patrones, tal como lo demostró el Japonés Masaru Emoto en su documental sobre el agua. Las vibraciones a las que nos exponemos pueden influir en una medida muy importante sobre nuestro estado interior.
(es importante mencionar que en esa época asistía a clases sobre geometría sagrada, y que dentro mío había una inquietud que buscaba todos esos entendimientos).
En base a esto, pude también observar algo muy interesante. Nosotros emanamos energía y patrones constantemente. Ví dentro mío, cómo desde el esternón, en el pecho, se despedía un hilo de luz que iba engrosando su tamaño. La forma con la que se expandía era como un
pantáculo, o estrella de 5 puntas. Cada vez iban siendo más grandes a medida que se alejaban del cuerpo. Y eso me sucedió cuando, meditando, me ubiqué en mi centro, que es la parte más armoniosa de cada uno y entendí lo vital de poder conectar con nuestra esencia, con lo que cada uno realmente es, sus propios dones y sus propios lugares en el mundo. Estas estrellas que salían, que eran amarillas-doradas, me mostraban que cuando uno está en su centro, lo que atrae a la vida son todas situaciones y experiencias tendientes a impulsar el despliegue de sus habilidades más profundas, los dones con los que nacimos y que venimos a desarrollar y expandir aquí en la tierra, para vivir en armonía con el todo. Fue muy fuerte para mí entender esto, sobre todo porque después de esta ceremonia, comencé a darle mucha más atención y energía a realizar actividades que tengan que ver directamente conmigo, con lo que realmente soy. De hecho, casi dos semanas después nació este blog
En un momento sentí demasiada hambre y, medio escondido, en verdad por mis propios límites, me lancé a comer desaforadamente. Luego de esto me fui a dormir, con mil figuras dando vueltas.
Al otro día me sentía muy bien, muy contento por haberme podido reir tanto de mí mismo. Fue muy saludable.
Algo de lo negativo que viví en esta experiencia, fue que por momentos la sentí muy lisérgica. Sentía la cara muy sensible y me hacía recordar a drogas químicas como el LSD, que no me gustan para nada.
Igualmente esta experiencia, como ven, me dejó muchísimas más cosas positivas. La diferencia que noté con la ayahuasca, fue que la Wachuma es mucho más patológica, como más mental, y que tiene una influencia más directa en el día a día. En cambio, con la ayahuasca se tratan temas más profundos, cuyos aprendizajes pueden realizarse en un período mayor de tiempo, que puede incluir una o varias vidas.
A partir de este ritual, empecé a lanzarme mucho más al mundo exterior con mis creaciones artísticas, y comencé un proceso fuerte de eliminación de bloqueos. Estoy muy agradecido por poder haberlo hecho.
También me di cuenta que por un buen tiempo no quiero volver a realizar experiencias con plantas sagradas, porque he encontrado en mí, en mi día a día, herramientas de mi interior que me permiten ir purificándome sin necesidad de ingerir las plantas.
Esas fueron mis experiencias. Espero haber aportado algo nuevo y positivo a cada uno de ustedes, porque todos estos relatos fueron hechos con esa intención. Repito que no es mi fin instigar ni llevar a nadie a realizar este tipo de ceremonias, pero si recomiendo de corazón que si sienten el llamado las hagan. Las considero grandes herramientas de sanación y de expansión de la conciencia. En un corto tiempo, nos pueden dar grandes aprendizajes, algo que no podríamos experimentar con muchas otras terapias que existen.
Estas plantas muestran, se adelantan al futuro, marcan un camino para nuestro bienestar. Está en nosotros después utilizar esa información con ese fin o no. Considero que en este momento donde el ser humano está viviendo profundas crisis de consciencia, es muy necesario contar a veces con ayudas exteriores que nos ayuden a encontrar nuestro propio camino.
Mi agradecimiento a la existencia por estas medicinas.
Gracias por leer!!
Saludos. Franco .-